BOCETO EN EL TREN
Hola, amigos de la parasintaxis y los palóndrimos impepinables:
Sábado , tarde/noche.
Vuelves en tren desde Barcelona hasta Martorell. Miras alrededor en tu vagón, sueles hacerlo, buscando alguna historia que robar. Sin embargo todos alrededor tuyo parecen ser una colección de gilipollas. Te preguntas: ¿ daré yo también esta imagen de gilipollas? Entonces, ves a una chica de unos 20 años bailando un politono de su móvil. No cabe duda, estás rodeado de gilipollas. Nada interesante, miradas perdidas en el vacío, párpados entornados, gente enchufada a máquinas pequeñitas, grupos de chavales clónicos que suben dispuestos a comerse la nait...
Enfrente tuyo, por otra parte, hay una mulata, una mulata muy guapa, aunque bastante delgada. Su mirada, perdida y entornada, pero de otra forma. Las sutilezas son importantes. Se abre la puerta y sube un organillero de unos 50 años. Viste una camisa amarillenta, combina una maltrecha chaqueta tejana, con un pantalón de pinzas y bambas. Luce con impudicia un frondoso bigote que le tapa la boca por completo, y encubre su mirada ( ¿ Entornada?) con el reflejo de la luz sobre unas gafas elípticas.
Tende por su hombro un aparatoso acordeón rojo, atado con cuatro cuerdas de plástico anudadas por las esquinas. No parecen sujetar gran cosa. Aún así lo lleva pegado al cuerpo con naturalidad.
El tipo del acordeón se sienta junto a la mulata , la cual le interpela, seguramente acerca de si ese tren para aquí o allá. El tipo no parece saber ni a dónde va él mismo, e inicia un discurso parsimonioso, del cual no alcanzas a oír nada, pues parece que las palabras no puedan huir centímetros más allá de ese espeso bigotón. Sin embargo la joven sí lo oye, y, oye,debe ser algo muy divertido, porque sonríe, y, tras sonreír, ríe, y mientras el tipo del acordeón se anima a seguir con su jácara, la joven mulata descubre una genuina y luminosa sonrisa, ríe y ríe durante un buen rato con las ocurrencias del cincuentón, que en ningún momento del trayecto ha dejado de acariciar su acordeón.
Sacas un lápiz que sueles llevar en la cartera, pero no tienes papel, finalmente, capturas un boceto en un resguardo de Caixa Penedés.
El acordeonista baja en Sant Feliu de Llobregat. El resto de paradas, la mulata tiene otra expresión, más alegre. Tiene la mirada perdida, pero de otra forma.
Sábado , tarde/noche.
Vuelves en tren desde Barcelona hasta Martorell. Miras alrededor en tu vagón, sueles hacerlo, buscando alguna historia que robar. Sin embargo todos alrededor tuyo parecen ser una colección de gilipollas. Te preguntas: ¿ daré yo también esta imagen de gilipollas? Entonces, ves a una chica de unos 20 años bailando un politono de su móvil. No cabe duda, estás rodeado de gilipollas. Nada interesante, miradas perdidas en el vacío, párpados entornados, gente enchufada a máquinas pequeñitas, grupos de chavales clónicos que suben dispuestos a comerse la nait...
Enfrente tuyo, por otra parte, hay una mulata, una mulata muy guapa, aunque bastante delgada. Su mirada, perdida y entornada, pero de otra forma. Las sutilezas son importantes. Se abre la puerta y sube un organillero de unos 50 años. Viste una camisa amarillenta, combina una maltrecha chaqueta tejana, con un pantalón de pinzas y bambas. Luce con impudicia un frondoso bigote que le tapa la boca por completo, y encubre su mirada ( ¿ Entornada?) con el reflejo de la luz sobre unas gafas elípticas.
Tende por su hombro un aparatoso acordeón rojo, atado con cuatro cuerdas de plástico anudadas por las esquinas. No parecen sujetar gran cosa. Aún así lo lleva pegado al cuerpo con naturalidad.
El tipo del acordeón se sienta junto a la mulata , la cual le interpela, seguramente acerca de si ese tren para aquí o allá. El tipo no parece saber ni a dónde va él mismo, e inicia un discurso parsimonioso, del cual no alcanzas a oír nada, pues parece que las palabras no puedan huir centímetros más allá de ese espeso bigotón. Sin embargo la joven sí lo oye, y, oye,debe ser algo muy divertido, porque sonríe, y, tras sonreír, ríe, y mientras el tipo del acordeón se anima a seguir con su jácara, la joven mulata descubre una genuina y luminosa sonrisa, ríe y ríe durante un buen rato con las ocurrencias del cincuentón, que en ningún momento del trayecto ha dejado de acariciar su acordeón.
Sacas un lápiz que sueles llevar en la cartera, pero no tienes papel, finalmente, capturas un boceto en un resguardo de Caixa Penedés.
El acordeonista baja en Sant Feliu de Llobregat. El resto de paradas, la mulata tiene otra expresión, más alegre. Tiene la mirada perdida, pero de otra forma.
1 Comments:
At 11:54 p. m., clara said…
Cómo puede esto no tener comentarios! Es fantástico.
Publicar un comentario
<< Home